Pocos futbolistas habrán demostrado más profesionalidad y rendimiento que Henrik Larsson. A lo largo de sus más de veinte años de carrera demostró un olfato de gol digno de un crack del área, aunque los grandes títulos se resistieron hasta su llegada al Fútbol Club Barcelona en el verano de 2004.
Ídolo en todos los equipos por los que pasó (Feyenoord, Celtic, Barça y Manchester United), decidió dar por finalizada su trayectoria el año pasado en el Helsingborg, su club de toda la vida. Fue tras un partido como local ante el Djurgardens, celebrado el pasado 29 de octubre en el Estadio Olimpia. Atrás dejó reconocimientos no sólo futbolísticos: en 2005 fue investido doctor honoris causa por la Universidad de Strathclyde de Glasgow por su contribución al deporte y la beneficencia. Y al año siguiente recibió la Orden del Imperio Británico, a petición del club escocés y concedida por la reina Isabel II, que le acredita como Miembro del Imperio Británico, por su aporte al fútbol en el Reino Unido, a pesar de ser un título que raras veces se otorga a civiles extranjeros.
Apenas dos meses después de abandonar los terrenos de juego Larsson era contratado como manager por el Ladskrona de la Segunda división sueca. Pudo firmar ya que en Suecia no es necesario tener carnet de entrenador para dirigir en Segunda. Su trabajo fue dando frutos, y hace unos semanas colocó a su equipo en zona de promoción al vencer al líder Norrköping, aunque ahora mismo está a un punto del equipo que ocupa esa plaza, el GIF Sundsvall.
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